El día del trabajo celebra los logros alcanzados por los trabajadores de todo el mundo, como es la jornada de ocho horas, con dos días de descanso a la semana. Pero antes, esto no era así.
Hacia 1874, la idea de llevar a cabo acciones para conseguir una jornada de trabajo de ocho horas comenzó a extenderse desde distintos lugares y sectores de Estados Unidos. Los pioneros en reaccionar fueron los obreros ferroviarios, quienes llevaron a cabo una huelga que por semanas involucró a 17 estados. Al poco tiempo se fueron sumando varias otras organizaciones, creándose en 1881 la Federación Americana del Trabajo (American Federation Labor, AFL), heredera de la anterior Federación de Gremios y Sindicatos.
Esta nueva Federación reiteró la petición de las ocho horas en sus congresos de 1882 y de 1883, exigiéndole incluso al Presidente de los Estados Unidos que promulgara una ley nacional al respecto. También solicitaron el pronunciamiento de los partidos Demócrata y Republicano sin ningún resultado. Ante el fracaso de las gestiones, los trabajadores comenzaron a buscar nuevos caminos.
Así, la Federación Norteamericana del Trabajo acordó en su cuarto congreso, de 1884, realizar una huelga general el 1 de mayo de 1886. En el intertanto, se debía luchar por conseguir de parte de los patrones y autoridades la nueva jornada; de no lograrse eso en esos años, se haría efectiva la huelga.
El llamado de la AFL fue acogido por los sindicatos, el movimiento fue tomando cuerpo a medida que se acercaba la fecha indicada, y los esfuerzos patronales por detener la iniciativa obrera prosperaban. El día señalado, la consigna ya estaba en boca de la mayoría de los trabajadores: “Ocho horas de trabajo, ocho de reposo y ocho para la recreación”.
Día del Trabajo
En nuestro país, en 1931 el Presidente Carlos Ibáñez del Campo firma un decreto mediante el cual se declara feriado el día 1 de mayo, como homenaje a la fiesta del trabajo. Y en 1955, en la Plaza del Vaticano, el Papa Pío XII declara, ante 300 mil personas, el 1 de mayo como el día de San José, el Trabajador.
Llega el día “D”
El 1 de mayo de 1886, en los Estados Unidos se declararon 5 mil movimientos laborales. Alrededor de 190 mil trabajadores iniciaron huelga y cerca de 150 mil obtuvieron su demanda con amenaza de paro.
A fines de mayo, otros 50 mil obreros lograron el reconocimiento legal de su nueva jornada de trabajo.
Sin embargo, estos logros no resultaron gratuitos. La represión se hizo sentir directamente en diversos lugares ese mismo día, produciéndose nueve muertos en la localidad de Milwaukee y enfrentamientos callejeros entre policías y manifestantes en Filadelfia, Louisville, St. Louis, Baltimore y Chicago. A estas ciudades pertenecía la mitad del total de obreros que entraron en huelga en ese país.
Paradojalmente, los hechos de mayor violencia no ocurrieron ese día 1 de mayo sino en los siguientes y no tuvieron relación directa con la convocatoria inicial, sino que fueron parte de un conflicto laboral específico.
El día 3 de mayo alrededor de 6 mil obreros madereros se reunieron en las inmediaciones de las fábricas de maquinarias agrícolas MC.Cormick. Al concurrir la policía en defensa de los rompehuelgas, el hecho se trasformó en un enfrentamiento de proporciones, sobre todo por la tensión acumulada durante esos días. El resultado del mitin fue: seis muertos y cerca de 50 heridos. Hessois Spies, periodista y testigo de los hechos, editó una circular denunciando los trágicos sucesos y llamando a la acción. Como respuesta ante su llamado, se acordó una movilización para el día 4, conocida como el mitin de Haymarket.
El lugar escogido estaba en un barrio de frigoríficos y aserradero cercano a una comisaría policial. El número de manifestantes se elevó casi a tres mil. Los oradores fueron Spies, Albert Parsons y Samuel Fielden, todos vinculados a grupos anarquistas y socialistas; pero sus discursos fueron moderados y el acto transcurrió sin incidentes. Sin embargo, al finalizar la jornada llegó al sitio de la reunión un grupo de 180 policías, ordenando retirarse a los asistentes. Fielden, desde el estrado, los increpó, señalando que el acto estaba autorizado y que, por lo tanto, debía finalizar normalmente. En medio de esa discusión, un desconocido lanzó un objeto contra el grupo de policías, produciéndose un gran estallido. Un oficial cayó muerto y varios policías quedaron heridos. La respuesta policial no se hizo esperar y pasado el desconcierto inicial abrieron fuego contra la multitud. El saldo fue 38 muertos y 115 heridos.
La represión se extendió a todo Chicago, por lo que las autoridades determinaron estado de sitio. Bajo el toque de queda se detuvo a cientos de trabajadores y dirigentes y así, los más destacados líderes anarquistas no tardaron en ser aprehendidos.
Se detuvo a más de mil personas, pero sólo a un pequeño grupo se inculpó por la bomba lanzada a los policías en el mitin de Haymarket. Ellos fueron: Hessois Auguste Spies, 31 años, periodista; Michael Schwab, 33 años, tipógrafo encuadernador; Georges Engel, 50 años, tipógrafo y periodista; Adolf Fischer, 30 años, periodista; Louis Ling, 22 años, carpintero; Samuel Fielden, 39 años, pastor metodista y obrero textil; Oscar Neebe, 38 años, periodista socialista.
Todos ellos, menos Parsons, fueron arrestados en pocos días y cada una de las detenciones fue acompañada de grandes despliegues policiales que dejaban al descubierto supuestos arsenales, municiones, depósitos de bombas, dinamita, literatura anarquista, etc. Todos, elementos que iban abonando el camino que tomaría la investigación de los sucesos del 4 de mayo.
Comienza el Juicio
El 21 de de mayo de 1888, se constituyó un tribunal especial a cargo del juez Joseph Gary y ante el cual acusaba el fiscal estatal J. Grinnell. En la primera audiencia del juicio se entregó voluntariamente el prófugo Parsons. Desde el comienzo, el comportamiento del juez y del fiscal fue parcial y en perjuicio de los acusados. Esta tendencia se vio reforzada al momento de seleccionar el jurado que debería actuar en la causa investigada. A diferencia de un procedimiento normal de escoger los miembros al azar, el juez Gary delegó esta función en un alguacil que seleccionó candidatos predispuestos en contra de los inculpados. Tal es así, que entre el jurado se encontraban familiares de policías afectados. Finalmente, con doce miembros compusieron el jurado que comenzó a conocer las pruebas el 14 de julio.
A éste se presentaron los sucesos de Haymarket como parte de un complot anarquista, explicando que la bomba que explotó en la concentración del 4 de mayo sería la primera de una serie de bombas que iban a ser lanzadas contra todos los locales policiales de Chicago. Para probar esta tesis, el fiscal recurrió a testigos falsos que la defensa no tardó en desenmascarar. A pesar de estas demostraciones, el juicio continuó raudamente, contando con el apoyo irrestricto de la prensa oficial, que había creado un clima hostil hacia los acusados y agitaba en la opinión pública la necesidad de un castigo ejemplar.
El 20 de agosto el jurado dictó sentencia: pena de muerte para siete de los acusados y 15 años de trabajo forzado para Neebe. En septiembre fue rechazada una primera apelación. El 9 de octubre el juez Gary confirmó la sentencia dictada por el jurado.
Una nueva apelación de la defensa, esta vez ante la Corte Suprema, alargó casi a un año la espera. En septiembre de 1887 fue rechazada. En el intertanto, las presiones nacionales e internacionales se fueron sumando en demanda de indultos o de un nuevo proceso. Nada se obtuvo, sino la conmutación de dos de las penas de muerte (Fielden y Sollwab) por prisión perpetua. En vísperas de la ejecución se produjo la muerte de Louis Unge, la que fue presentada como suicidio. En todo caso, Unge apareció dinamitado en su celda.
Así, el 11 de noviembre, la fecha elegida para la ejecución, murieron Fischer, Engel, Parsons y Spies.
Con la distancia que da el tiempo transcurrido, los distintos analistas de los sucesos de Chicago han coincidido en que el proceso a “los ocho” se trató de un juicio político e ideológico del anarquismo. Más que juzgar los hechos del 4 de mayo, se pretendió sancionar una corriente política y sindical que crecía entre los obreros de la época.
Después de estos sucesos, muchas de las conquistas alcanzadas por los trabajadores en las primeras semanas de mayo, se perdieron en los meses siguientes, al percatarse los empresarios de la debilidad del movimiento. Así es que, para los trabajadores de Estados Unidos y del resto del mundo, la lucha por sus reivindicaciones debía continuar. El 1 de mayo de 1886 había señalado el inicio de la consecución de uno de los derechos laborales más básicos: Las ocho horas de trabajo. Su pleno ejercicio para todos los trabajadores del orbe tardaría muchos años en lograrse. Por eso, los mártires de Chicago y el 1 de mayo simbolizan, desde 1886 en adelante, el sacrificio en la lucha de los trabajadores por sus derechos.
En Chile
En nuestro país, en 1931 el Presidente Carlos Ibáñez del Campo firma un decreto mediante el cual se declara feriado el día 1 de mayo, como homenaje a la fiesta del trabajo. Y en 1955, en la Plaza del Vaticano, el Papa Pío XII declara, ante 300 mil personas, al 1º de mayo como el día de San José, el Trabajador.
Fuente: Icarito
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